La
ebanistería es una especialización de la carpintería orientada a la construcción de
muebles. El término procede de un tipo de madera, el ebano , considerada preciosa desde la antigüedad , procedente de un rabol, angiosperma
a dicotiledoneo de origen africano
(Diospyros ebenum), que da una madera dura y pesada, negra en el centro y blanca en la corteza.
La ebanistería se distingue de la carpintería en que produce muebles más elaborados, generando nuevas técnicas y complementándolas con otras para la manufactura de algunas piezas, tales como la marquetería, la talla, el torneado y lataracea, entre otras técnicas. Aun sin ser característica propia el uso de algún material específico, la ebanistería busca desarrollar muebles de mejor calidad y diseño. Este es el oficio que acompaña el proceso de diseño del mobiliario, ya sea comercial o doméstico.
El arte del ebanista, como el del carpintero, exige una gran práctica en los talleres para la parte ejecutiva, y algunos conocimientos de geometria para el trazado. El ebanista ha de inventar formas con arreglo a los caprichos de la moda y saber hacer los cortes necesarios para llegar a ellas.
Historia
La ebanistería tuvo sus inicios en el trabajo con madera de ébano –de ahí su nombre–, que antiguamente era muy rara y costosa, proveniente sobre todo de
Córcega y del norte de
África. Por ello, la confección de muebles con esta madera se convirtió en un oficio de calidad artesanal, donde junto a la técnica se valoraba la habilidad del ebanista, así como la artisticidad de la decoración elaborada en ellos. A partir del
siglo XVII, el ébano comenzó a ser sustituido por maderas teñidas. Desde entonces se entiende la ebanistería como la confección de muebles con maderas valiosas, que pueden estar recubiertas de diversos elementos como paneles
lacados, planchas de
cerámica, apliques
metálicos o
piedras preciosas.
De
época antigua no quedan muchos testimonios, tan sólo algunos hallazgos
arqueológicos y representaciones de obras de ebanistería en
pinturas y
relieves. Los ejemplos más antiguos se encuentran en la antigua
Mesopotamia, con muebles de ébano y
marfil para uso de la realeza, datados en torno a los siglos VIII y VII a.C. En el antiguo
Egipto hallamos ejemplos como los muebles de
cedro con taraceas de ébano y marfil de las tumbas de Ju’e y Tu’e (
Museo Egipcio de El Cairo). En la tumba de
Tutankhamon se hallaron diversos muebles de uso personal del
faraón, de gran calidad artística. Las principales tipologías solían ser: escabeles, cofres para objetos preciosos, mesillas de un pie (
monopodium), camas con patas en forma de animales diversos (
toro,
chacal,
león), etc. En
Grecia se realizaban muebles con ébano, marfil,
plata y
oro, como se describe en la fabricación de la cama de
Ulises en la
Odisea (1. XXIII). Entre sus principales realizaciones hallamos: escabeles, sillas de respaldo inclinado sin brazos (
klismos), camas de tablas colocadas sobre caballetes, cajas ambivalentes que servían como contenedor de objetos o como asiento, etc. De la
Antigua Roma destaca el
triclinium –de origen
etrusco–, lecho donde los romanos se recostaban a comer. En época
imperial se dieron muebles con decoración
helenística de gran lujo, con patas de
mármol en forma de leones,
grifos,
esfinges y otros animales, a menudo con adornos de
bronce. Los muebles más usados eran: sillas de respaldo inclinado (
cathedra), escabeles de sección redonda con patas de tijera (
sella) y armarios con estantes interiores cerrados por dos batientes.
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Durante la
Edad Media predominó la simplicidad y la severidad, como correspondía a la nueva religión preponderante, el
cristianismo, que propugnaba la pobreza y la austeridad. En los
monasterios nació el escritorio, mesa con puertecillas y estantes, con atriles y repisas para libros. Proliferaron los arcones, que servían para guardar ropa y, a la vez, como asiento. Las camas ganaron en altura y se aislaron del suelo, a menudo decoradas con
baldaquinos con cortinas. Las mesas (
mensae) eran largas y apoyadas en
trípodes. Las sillas eran plegables con patas curvadas (
faldistorium). En el
gótico se puso de moda una decoración inspirada en la
arquitectura de las
catedrales, con ojivas, rosetas y ventanillas polilobuladas. Cabe destacar igualmente en esta época la riqueza decorativa desarrollada en las sillerías de los coros de catedrales y monasterios. En el
Imperio Bizantino el mobiliario era más lujoso que en
Occidente, con incrustaciones de oro, plata y
nácar, y revestimientos con paños y cojines.
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Un primer momento de esplendor de la ebanistería se produjo durante el
Renacimiento: en
Florencia, los trabajos de ebanistería eran llamados «fuera de norma», porque por su calidad, tanto en materiales como en la técnica y habilidad del artesano, se salían del oficio gremial y reglamentado del carpintero. Considerados como muebles de lujo, sólo estaban al alcance de hombres ricos y poderosos, sirviendo para decorar sus grandes palacios. En el
siglo XVI, la ebanistería incorporaba materiales preciosos como el marfil y la
madreperla, apliques en
hueso, pinturas al
temple con motivos
heráldicos o
alegóricos, relieves con panes dorados y plateados, etc. Buen ejemplo de ello eran los
studioli, las estancias que los grandes magnates renacentistas de vocación
humanista dedicaban al estudio y al coleccionismo, como el del duque
Federico de
Urbino, con paredes revestidas de grandes estanterías con trabajos de taracea, realizado hacia
1450 por
Baccio Pontelli según un boceto de
Botticelli. Cabe remarcar que en esta época se introdujo el uso de bocetos para el diseño del mueble, claro ejemplo del carácter a la vez intelectual y artístico de este trabajo, destacando especialmente los diseños de
Francesco Salviati. En época renacentista continuaron las mismas tipologías que en el periodo medieval (camas, mesas, arcones, armarios), pero con una composición basada en paneles y molduras, y una decoración de estilo
clásico. En el
Cinquecento predominó el entallado, con mesas y sillas en forma de X, como la
sella curulis romana.
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En el
siglo XVII apareció el mueble placado o chapeado: sobre una estructura de madera blanda (
abeto,
chopo,
álamo), se colocaban finas láminas de maderas preciosas. Buen ejemplo es el mobiliario del
Palacio Pitti de Florencia, con incrustaciones de piedras y mármoles
policromos. A finales de siglo, se desarrolló en los
Países Bajos la técnica del revestimiento, finas planchas de madera empelechada que forman una taracea decorativa, llamada
marquetería. Esta técnica se difundió gracias al aumento del comercio transoceánico, que permitió la llegada de maderas exóticas, como el
amaranto, la
caoba, el
sicomoro, etc. Los muebles
barrocos se caracterizaron por las superficies onduladas, cóncavas y convexas, con volutas y diversos motivos como cartelas y conchas. En
Italia destacaron: el armario
toscanode dos cuerpos, con balaustradas de bronce y decoración de taracea de piedras duras; el escritorio
ligur de dos cuerpos, con figuras talladas y superpuestas (
bambochos); y el sillón entallado
veneciano (
tronetto), de exuberante decoración. En
España surgió el
bargueño, cofre rectangular con asas, con numerosos cajones y compartimentos. El mobiliario español continuó con la decoración de estilo
mudéjar, mientras que el barroco se denotaba en las formas curvas y el uso de
columnas salomónicas en las camas. Aun así, predominó la austeridad de signo
contrarreformista, como se denota en el sillón llamado
frailero (o
misional en
Hispanoamérica).
La edad de oro de la ebanistería se produjo en la
Francia de los Luises –de
Luis XIV a
Luis XVI–, donde se alcanzaron altos niveles de calidad y refinamiento, sobre todo gracias a la obra de
André-Charles Boulle, creador de una nueva técnica de aplicación de metales (
cobre,
estaño) sobre materiales orgánicos (
carey,
madreperla,
marfil) o viceversa. Entre las obras de Boulle destacan las dos cómodas del Trianón, en
Versalles, y el
reloj de péndulo con el
Carro de Apolo en
Fontainebleau. La ebanistería francesa valoraba la calidad y el lujo, pero también la comodidad y el confort, sentando las bases de la ebanistería moderna. Las tipologías de muebles más corrientes en esta época eran: el
boudoir(un tipo de salón), el
bureau (escritorio), la cómoda, el
secrétaire de señora (mesa con cajones), el
chiffonière (mesilla de noche), el
cartonnier, diferentes tipos de sillas y sillones como los
canapés, los
bergères, la
chaise-longue, el
fauteuil, etc. Como nombres, cabe citar, además de Boulle, a
Charles Cressent,
Antoine Gaudreaux,
Pierre Migeon,
Jean-François Oeben, etc.
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En el
siglo XVIII se introdujeron las aplicaciones de
bronce dorado al
mercurio en la decoración de marquetería. En Francia, el
estilo Luis XVfue una etapa de transición entre barroco y
rococó, de carácter más íntimo y reservado, con proliferación de saloncitos y tocadores con mobiliario de líneas suaves y tamaño más reducido, decorados con bronce y
palisandro, con motivos ornamentales de conchas, palmetas y hojas de acanto, y marqueterías de formas geométricas de color claro sobre fondo oscuro. Es de remarcar que en esta época, en Francia, los ebanistas empezaron a dejar en el mueble una marca personal, una firma que era a la vez un sello de garantía y una forma de reconocer su valía como verdaderos artistas. Igualmente, en esa época aparecieron numerosos tratados que abordaban la ebanistería tanto en su aspecto técnico como teórico y de diseño, como el de
André-Jacob Roubo,
L'art du menuisier en meubles (
París,
1774). En el
Reino Unidosurgieron asimismo los primeros catálogos de muebles, forma de incentivar el comercio pero también testimonio del carácter de producto de lujo que tenía la ebanistería, como en la obra de
Thomas Chippendale,
George Hepplewhite y
Thomas Sheraton. La moda entonces eran los muebles recubiertos de placas de laca o
barniz, o con láminas de
porcelana,
bizcocho o
mayólica.
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Destacó especialmente la obra de
Thomas Chippendale, que dio origen al llamado «estilo Chippendale» (segunda mitad del siglo XVIII), caracterizado por el
eclecticismo, con mezcla de elementos góticos, rococó,
palladianos y
chinescos. Era un mobiliario en maderas exóticas como la
caoba, adornadas con incrustaciones de otras maderas o con guarniciones de bronce dorado. Los motivos decorativos eran de diversa procedencia, desde las ojivas y rosetones góticos hasta las máscaras y conchas rococó, pasando por motivos chinescos como
pagodas y aves. Las sillas y sillones estaban revestidos de
terciopelo o brocados en
seda, mientras que las camas eran con dosel y cabeceros esculpidos. Chippendale plasmó su teoría en la obra
Guía del caballero y del ebanista (1754).
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Desde finales del siglo XVIII y durante el
XIX se empezó a valorar más el aspecto funcional de los muebles, introduciendo diferentes innovaciones
mecánicas como los muebles transformables: buenos ejemplos son las mesas denominadas
Arlequín, de
Abraham Roentgen, y las escribanías con cilindro de
Jean-Henri Riesener. El
neoclasicismo supuso el retorno a formas más clásicas, representado principalmente por
Robert Adam, que diseñó interiores inspirados en la tradición grecorromana, con cierto aire arqueológico, como en Syon House (
Middlesex, 1762) y Home House (Portman Square,
Londres, 1777). En Francia, con el llamado
estilo Directorio (1795-1805) se volvió a un tipo de mueble más sobrio, con preponderancia de lo constructivo sobre lo decorativo, volviendo a los planos y líneas rectas y a las formas
cilíndricas. La tendencia fue hacia estructuras macizas, con superficies lisas y aplicaciones de bronce. Se pasó de los tonos
pastel del rococó a los colores puros de la madera, destacando el brillo oscuro de la caoba. Se sustituyeron los motivos florales por ribetes de madera teñida de granate o filigranas de
latón, y se incorporaron símbolos de la
Revolución Francesa como el
gorro frigio, el haz
lictorio y las frondas de
roble. Las sillas tenían el respaldo tapizado y en forma de S (
en crosse), con las patas traseras curvadas «en sable». Los respaldos eran de tipo
anatómico –llamados «de góndola»–, o rematados en voluta. Las camas y los sofás estaban inspirados en el
triclinium romano.
El
estilo Imperio se desarrolló en la Francia
napoleónica y de la
Restauración, de donde pasó al resto de
Europa, sustituyendo la sobriedad por la ostentación y el lujo, con un estilo suntuoso, con preferencia por temas exóticos y orientales, preferentemente egipcios, debido a la
campaña napoleónica en Egipto (1798-1801). Así, es frecuente la decoración con animales exóticos,
esfinges,
palmas, hojas de
loto, etc. Las cabeceras de las camas y las patas de mesas y sillas suelen ser en forma de
cisne,
águila o leones alados, junto a
lanzas y
sables y símbolos egipcios o romanos, o bien la N de Napoleón con una corona de
laurel. El mejor exponente de este estilo fue el
Castillo de Malmaison, de
Charles Percier y
Pierre-François-Léonard Fontaine.
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En contraposición, el estilo
Biedermeier alemán presentó un diseño más práctico y cómodo, de líneas sencillas y hogareñas. Se cobra predilección por las maderas claras como la del
cerezo, con ornamentos sobrios como palmetas y columnillas. Las sillas y sofás son acolchados y con respaldo curvo. Sus principales exponentes fueron
Josef Danhauser,
Johann Nepomuk Geyer y
Michael Thonet. El estilo Imperio y el Biedermeier influyeron en el
isabelino español y el
victoriano inglés, ambos de aire
burgués, dedicados al lujo y la ostentación, aunque sin renunciar al confort y la funcionalidad. Otra de las variantes durante el siglo XIX fue el interiorismo ligado a la
arquitectura historicista, especialmente el
neogótico, con muebles inspirados en este estilo medieval, de formas macizas y severas, con una ornamentación a base de
arcos y formas polilobuladas, con profusión de pináculos y elementos verticales.
A mediados del siglo XIX tuvo especial relevancia el movimiento
inglés Arts & Crafts (Artes y Oficios), promovido por
John Ruskin y
William Morris, que defendía una revalorización del trabajo artesanal y propugnaba el retorno a las formas tradicionales de fabricación, estipulando que el arte debe ser tan útil como bello. En
1857, Morris amuebló su propia casa (
Red House, Bexley Heath,
Kent), en un estilo austero, primitivista, remarcando el carácter práctico y sencillo de las obras. En la órbita de Morris trabajó
Arthur Heygate Mackmurdo, fundador del taller
Century Guild de decoración de interiores, donde elaboró muebles que destacaron por las líneas y ángulos rectos, como su famosa silla de
1881. En
Estados Unidos este movimiento estuvo representado por
Gustav Stickley, diseñador de un tipo de mobiliario sencillo y funcional, sin adornos, que empezó a construir en serie, con vistas a una mayor comercialización de sus productos.
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A finales del siglo XIX, la llegada del
modernismo (llamado
Art Nouveau en
Francia,
Modern Style en
Reino Unido,
Jugendstil en
Alemania,
Sezession en
Austria,
Liberty en
Italia, etc.) supuso una gran revolución tanto en la ebanistería como en todas las
artes aplicadas e
industriales, destacando el
diseño como factor dinamizador de un concepto más abierto de la relación entre los diversos elementos decorativos y su espacio circundante: así, los arquitectos modernistas diseñaban de forma conjunta tanto el espacio arquitectónico como todo su continente, en el que la ebanistería tuvo un papel relevante en el diseño de interiores. Un claro exponente fue
Antoni Gaudí, que diseñó muchos de los muebles para sus obras, tanto civiles como religiosas: así, desde el diseño de un pupitre para su propio despacho al comienzo de su carrera, pasando por el mobiliario diseñado para el
Palacio de Sobrellano de
Comillas, realizó todo el mobiliario de las casas
Vicens,
Calvet,
Batlló y
Milà, del
Palacio Güell y de la
Torre Bellesguard, para desembocar en el mobiliario
litúrgico de la
Sagrada Familia. Es de remarcar que Gaudí efectuó estudios de
ergonomía para adaptar su mobiliario a la
anatomía humana de la forma más óptima posible. Buena parte del mobiliario que diseñó se expone actualmente en la
Casa-Museo Gaudí del
Parque Güell.
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Uno de los factores que propiciaron la rápida difusión del diseño modernista fue el gran aumento de los
medios de comunicación en el siglo XIX, junto a la celebración de eventos especiales como las
exposiciones universales. Estos factores, unidos al incremento de un número cada vez mayor de público capaz de adquirir obras de arte y artesanía, propició un ambiente cada vez más dinámico e interrelacionado que comportó un aspecto de
democratización del gusto, propiciando las corrientes de
moda que tanta importancia tendrían en el
siglo XX. Entre los ebanistas y decoradores modernistas destacaron
Henry van de Velde,
Georges de Feure,
Émile Gallé –autor de muebles de estilo
neo-rococó–,
Eugène Vallin,
Charles Rennie Mackintosh,
Richard Riemerschmid,
Carlo Bugatti,
Gaspar Homar,
Joan Busquets, etc.
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En el
siglo XX la ebanistería ha tenido una rápida evolución, marcada por el uso de nuevos materiales y tecnologías más avanzadas, y con una clara apuesta por el diseño como base creadora. Uno de los estilos más innovadores ha sido el
art déco (de
arts décoratifs, «artes decorativas» en
francés, por la
Exposición de Artes Decorativas de 1925 en
París), movimiento que supuso una gran revolución para el
interiorismo, enmarcado en una producción de lujo destinada a la burguesía de la
belle époque. Este estilo se caracterizó por un tipo de mobiliario de formas cuadradas y geométricas, con materiales ricos y suntuosos. En
1919 Louis Süe y
André Mare crearon la
Compagnie des Arts Français, caracterizada por un mobiliario de inspiración tradicional pero exuberante decoración, como su sala de música para la exposición
Un Musée d'Art Contemporain de
1925. Otros exponentes fueron
Jacques-Émile Ruhlmann,
Eileen Gray,
Jean Dunand y
Pierre Chareau.
Otro gran adelanto se produjo con la escuela de la
Bauhaus, que frente a la excesiva ornamentación del
art déco introdujo un concepto de diseño más racional y funcional, más adaptado a las necesidades reales de la gente. Esta institución pretendía romper las barreras entre arte y artesanía, con una clara apuesta por la producción industrial. Su diseño se basaba en la simplicidad, la abstracción geométrica y el uso de colores primarios y de nuevas tecnologías, como se hizo patente en el mobiliario de
acero tubular creado por
Marcel Breuer, el sillón
Barcelonade
Ludwig Mies van der Rohe, los muebles de conglomerado de
Alvar Aalto, etc. La asignatura de ebanistería la impartía el arquitecto
Walter Gropius, que formó a una generación de diseñadores de gran creatividad. Igualmente, el grupo
holandés De Stijl, de estética
abstraccionista (el
neoplasticismo), desarrolló un estilo interiorista basado en la simplicidad, las formas geométricas y los colores primarios, como la famosa
silla roja y azul de
Gerrit Thomas Rietveld (1923)